03. WARHOLA
Yep! Eso fue muy weird. Lo conocà en Nueva York, él se encontraba pasando revistas en la calle, me ofreció una (enero). La puso en mis manos, yo sólo acerté a pronunciar un seco "Gracias".
Me aleje rápidamente, asustado camine varias calles abajo sin tener determinado el rumbo a seguir. Un resplandeciente aparador llamo mi atención, me detuve a contemplarlo: maniquÃes de estilizada figura, cabezas de cerdo y ropa muy extraña conformaban el decorado. Estaba molesto y no sabÃa porque... Al sentir que me observaban, voltee y ahà estaba él; sonriendo vino hacia mi, me tomó del brazo diciendo que iba a ser mi guÃa por la urbe de acero.
Ostia, no quiero admitirlo pero tuve miedo; sin embargo, no resistà y acepte la oferta. Abordamos un taxi ($7 with a tip) y con una enigmática mueca dijo "Conocerás el corazón de América".
Lo cumplió. En este eterno rodaje fuimos extras por unos cuantos dólares. Las luces brillantes de los anuncios de neón como fondo engañoso para una trampa tan divertida como mortal, una tentación con sabor a tantas cosas que es imposible tratar de describirla. New York City.
—Los ghettos y el metro son para respirar miedo— murmuró monótamente mientras observaba a una vieja negra escarbando en los botes de la basura. Agregó asombrado un "...but she's only a negro bag lady!" cuando me vio darle un billete de cinco dólares a la negra que se fue feliz, tarareando un old blues. Titubeante me confeso que la pobreza era una de las cosas que más temÃa en la vida para luego pasar a explicarme el rito americano de comprar y comprar. Lo que sea, por innecesario que sea. Terminé con dos bolsas llenas de ropa, discos, chocolates, libros de moda y pornografÃa dura ($815). Más tarde, comimos un par de hot dogs en el puesto de Nathan ($5.50) mientras repasaba en el listÃn rojo los partys de esa noche.
NYC o el éxtasis del desenfreno nocturno. Recorrimos tantos bares que no supe en cual terminamos. Lo vi abrazado de un aspirante a pop star, fornido guaperas en alguna softcore movie de esas que se anuncian en el Village Voice. Are you gay? le pregunte momentos después y para mi sorpresa, tiró mi bebida y se quito la peluca mostrándome sus lágrimas de Halston (¿o eran de YSL?). Paso al servicio de señoras, trago un Obetrol y regreso más tranquilo. Me contó su vida y sus secretos: "I'm Marylin after a sex change" (Marruecos, $20.000). You're crazy, dije, y como respuesta obtuve un "Maybe". Volvió al baño en donde tomo fotos de un drag queen orinando y, al salir, comento que aquel poseÃa los yarboclos más bolches que habÃa visto en su vida. Potassa, creo, dijo que se llamaba. Por unos minutos, me dejo solo para ir a grabar los jadeos de equis pareja del jet set, que se besaba furiosamente en una de las esquinas del club. Oh gee, really, lo suyo siempre fue el morbo.
Más tarde se gasto otro rollo en una socialité noqueada por la droga y el alcohol. "Even stoned...", dijo con profunda admiración, "...she look so great". Aquello era el pandemonium, un caos en ropa de diseñador y una envolvente coreografÃa hedonista que nos hacÃa partÃcipes a todos. Risas y vueltas frenéticas de personal agitando poppers y bailando disco music mientras yo graffiteaba mi nombre en todos los espacios posibles. En el VIP Room, un puertorriqueño llamado David ofrecÃa combustible a los junkies de postÃn. Alguien me dice al oÃdo: "Ese chico nunca fue un artista" y aprovecha el instante para lamer in a very sensual way mi oreja izquierda. Una tÃa entrada en años paga mis bebidas con su golden card, yo beso a una starlette que fracaso en su intento por llevarse a la cama al galán de moda. En las bocinas suena "I will Survive", ya de mañana, y mogollón de frÃo.
Domingo, estoy sentado en la última fila de la Catedral. Como siempre, al lado mÃo esta Adolfo. Fije mi vista en el altar y lo vi ahÃ, en la cruz. Desperté en ese momento y me escuche decir "Andy Warhol que estás en los cielos..."
--------------
revisión 2004: Los diarios de Andy Warhol fueron por un par de años mi libro de cabecera. De su influencia salió este Warhola que cuando apareció publicado por primera vez bajo el nombre de Obsesión en EL CENTRO DE LA RABIA alguna gente —mi amiga Haydé Zavala, entre ellas— pensó que era una trascripción (bueno, ¡qué decir!, la primera versión estaba escrita como si fuera una traducción española tipo Anagrama). Umm, los setenta terminales y primeros ochenta nunca fueron tan añorados.
Me aleje rápidamente, asustado camine varias calles abajo sin tener determinado el rumbo a seguir. Un resplandeciente aparador llamo mi atención, me detuve a contemplarlo: maniquÃes de estilizada figura, cabezas de cerdo y ropa muy extraña conformaban el decorado. Estaba molesto y no sabÃa porque... Al sentir que me observaban, voltee y ahà estaba él; sonriendo vino hacia mi, me tomó del brazo diciendo que iba a ser mi guÃa por la urbe de acero.
Ostia, no quiero admitirlo pero tuve miedo; sin embargo, no resistà y acepte la oferta. Abordamos un taxi ($7 with a tip) y con una enigmática mueca dijo "Conocerás el corazón de América".
Lo cumplió. En este eterno rodaje fuimos extras por unos cuantos dólares. Las luces brillantes de los anuncios de neón como fondo engañoso para una trampa tan divertida como mortal, una tentación con sabor a tantas cosas que es imposible tratar de describirla. New York City.
—Los ghettos y el metro son para respirar miedo— murmuró monótamente mientras observaba a una vieja negra escarbando en los botes de la basura. Agregó asombrado un "...but she's only a negro bag lady!" cuando me vio darle un billete de cinco dólares a la negra que se fue feliz, tarareando un old blues. Titubeante me confeso que la pobreza era una de las cosas que más temÃa en la vida para luego pasar a explicarme el rito americano de comprar y comprar. Lo que sea, por innecesario que sea. Terminé con dos bolsas llenas de ropa, discos, chocolates, libros de moda y pornografÃa dura ($815). Más tarde, comimos un par de hot dogs en el puesto de Nathan ($5.50) mientras repasaba en el listÃn rojo los partys de esa noche.
NYC o el éxtasis del desenfreno nocturno. Recorrimos tantos bares que no supe en cual terminamos. Lo vi abrazado de un aspirante a pop star, fornido guaperas en alguna softcore movie de esas que se anuncian en el Village Voice. Are you gay? le pregunte momentos después y para mi sorpresa, tiró mi bebida y se quito la peluca mostrándome sus lágrimas de Halston (¿o eran de YSL?). Paso al servicio de señoras, trago un Obetrol y regreso más tranquilo. Me contó su vida y sus secretos: "I'm Marylin after a sex change" (Marruecos, $20.000). You're crazy, dije, y como respuesta obtuve un "Maybe". Volvió al baño en donde tomo fotos de un drag queen orinando y, al salir, comento que aquel poseÃa los yarboclos más bolches que habÃa visto en su vida. Potassa, creo, dijo que se llamaba. Por unos minutos, me dejo solo para ir a grabar los jadeos de equis pareja del jet set, que se besaba furiosamente en una de las esquinas del club. Oh gee, really, lo suyo siempre fue el morbo.
Más tarde se gasto otro rollo en una socialité noqueada por la droga y el alcohol. "Even stoned...", dijo con profunda admiración, "...she look so great". Aquello era el pandemonium, un caos en ropa de diseñador y una envolvente coreografÃa hedonista que nos hacÃa partÃcipes a todos. Risas y vueltas frenéticas de personal agitando poppers y bailando disco music mientras yo graffiteaba mi nombre en todos los espacios posibles. En el VIP Room, un puertorriqueño llamado David ofrecÃa combustible a los junkies de postÃn. Alguien me dice al oÃdo: "Ese chico nunca fue un artista" y aprovecha el instante para lamer in a very sensual way mi oreja izquierda. Una tÃa entrada en años paga mis bebidas con su golden card, yo beso a una starlette que fracaso en su intento por llevarse a la cama al galán de moda. En las bocinas suena "I will Survive", ya de mañana, y mogollón de frÃo.
Domingo, estoy sentado en la última fila de la Catedral. Como siempre, al lado mÃo esta Adolfo. Fije mi vista en el altar y lo vi ahÃ, en la cruz. Desperté en ese momento y me escuche decir "Andy Warhol que estás en los cielos..."
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revisión 2004: Los diarios de Andy Warhol fueron por un par de años mi libro de cabecera. De su influencia salió este Warhola que cuando apareció publicado por primera vez bajo el nombre de Obsesión en EL CENTRO DE LA RABIA alguna gente —mi amiga Haydé Zavala, entre ellas— pensó que era una trascripción (bueno, ¡qué decir!, la primera versión estaba escrita como si fuera una traducción española tipo Anagrama). Umm, los setenta terminales y primeros ochenta nunca fueron tan añorados.