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lunes, noviembre 29 

07. The problem with us


07. The problem with us

I.
Cuando tocamos piso del último viaje, ya no había nadie ahí. Estábamos solos en medio de la nada. Antes de eso, habíamos charlado por horas acerca de buten things. Una suerte de resumen de las experiencias compartidas entre dialectos perdidos, las clases de urbanidad y el constante lidiar con familias disfuncionales. Cosas así de simples.

Por más que quisimos creer, todo se perdió en un instante. Aquel maldito encuentro con lo desconocido nos ilumino, encontramos —gosh, entre tanto letrero de “Don’t smoke� y danza narcótica— cual era realmente nuestro sitio en el radiante porvenir que vimos anunciado por televisión. Lo sabíamos, pero ya no encontramos a nadie que atestiguara el gris estallido de nuestra conciencia. Esa madrugada, la tibieza estival nos sorprendió con un estertor de falso equilibrio y la sirena de una puta ambulancia fue el atisbo de evidente peligro, algo que nos mostraba de forma violenta aquel paisaje de ocasión.

Éramos, ¿cómo decirlo para no sonar trivial? ¿Distintos? ¿Too much similar? ¿Tan clueless, tan obsesivos? Eso no importa gran cosa viendo el estado de la situación: feelings amputados, bebiendo en exceso y con entrañas palpitantes; mencionando a Dios a cada rato, pasando el tiempo libre evocando lo que nunca ocurrió; bailando al borde de un estereotipado threesome; el stop de manos crucial y la ingenua promesa de “Nunca me sentí mejor�; en duda por una relación tan prometedora como tormentosa; con imágenes borrosas del pasado inmediato; con una imposible movie en la mente; en eterno duelo por esas llamadas cortas por teléfono.

Somos como dos, un círculo que hasta ahora se ha cerrado.


II.
Lo reduccionista es una forma de vida. Roto el último principio moral que permanecía intacto, ya no queda tiempo para explicaciones ni para devorar bagels de importación mientras se discute si los fracasos tienen algo de positivo. Nuestro rostro feliz quedo registrado como una foto irónica que escapa a un posible entendimiento. No podemos explicar el por qué de tanta fiesta después de la tragedia que vivimos. ¿Qué culpa tiene todas esas personas que involucramos sin necesidad? Desconocemos el camino a la salvación. Tampoco sabemos en donde hay que dar U-turn para volver al freeway del delirio, mucho menos si es posible hacerlo. Ni importa gran cosa.

Todo va hacia ningún lado: es un tiro largo a sinodal, resquicios de una nueva generación que no cumple con el proceso de recepción y que se forja el traspaso a voluntad. Hablar, hablar, hablar por no tener nada mejor que hacer. Ya paso el tiempo y la oportunidad de volver atrás; de sentarnos a platicar viendo los testimoniales de accidentes y muertes violentas; de resolver los problemas que se nos daban con tanta fecundidad; de fatigar las horas intentando encontrar respuestas evasivas a una pregunta cerrada. O estaríamos mejor, eso sería lo ideal, si pudiéramos gritar con arrojo amplificado un malestar difuso: ¿Cómo confesar las culpas si no se cree ni en la redención ni en la culpa? ¿Cómo retomar el timón de una vida so fucked up? Sabemos que ya quedamos muy lejos de cualquier tipo de arreglo o solución. Inminente breakup.


III.
No más ese triste apego a los sueños de vida modelo, ni días inmersos en la nevera afásica enlistando a los héroes slackpies que, en gran porcentaje, son tan estúpidos como todos los demás, como nosotros mismos. Estamos tratando de seguir un rumbo determinado, pensando que la vida no es uno de esos densos tratados filosóficos que tanto le gustan a cierta gente; recordando ocasionalmente que la excitación de aquel difícil momento se explica en algo por la táctica empleada, que la bendita confusión se ha encargado de trastocar los mejores extractos de nuestra breve historia en común. Volar, ¿ahora? ¿hacia donde? Ya no hay sitio para más idiotas ni filatélicos neoyorquinos que lean en braile una puta poesía. El ticket de nuestras miserias felpó en bruto, todas las mentiras que nos decimos agotaron el depósito inicial. Nuestra cuenta está en cero.

—Gente como tú lo tiene más fácil, gente como yo no...
—Me intoxica que siempre digas lo mismo.
—¿Lo grandioso que ha sido todo?
—Sí, claro. Igual.


IV.
No es conformismo, no es incertidumbre y mucho menos, el no creer en la validez de nuestros actos. Es un incendio de ritmos y luces en una bodega sin salida, establishment y resistencia en un jodido comboamigo. Puta realidad periférica. No estamos decepcionados porque para estarlo debimos haber confiado en algo, en alguien. Sabemos que ya es tarde para empezar de nuevo bajo ese mismo concepto de independencia y modernidad. Por eso, ahora en nuestros días cíclopes, nos tiramos un chumapues y nos echamos a reír; en nuestros días snobground, hacemos mutis viendo pasar los coches bomba; en nuestros días de odio, nos ponemos hiper sensibles y sacamos del cajón de la pistola que nunca hemos usado; en nuestros días de carnero, reflejando nuestra fe muerta y sin abrigo escupimos nuestra ex ternura por el viejo colmillo; en nuestros días de algodón, nos percatamos que los amigos son solamente enemigos que no tienen el valor para destruirnos; en nuestros días de pánico y desempleo, organizamos fiestas masivas para exiliados de otros días negros; en nuestros días de liderazgo, enviamos e-cards notificando como nos va en el frente de batalla; en nuestros días club pop, no podemos olvidar el color de sus ojos al bailar; en nuestros días damage, damos pase incondicional a todo aquello que nos falta por experimentar; en nuestros días de aburrimiento, quemamos las bocinas del estéreo haciendo polvo la nostalgia por el punk; en nuestros días malsoñantes, merodeamos por las calles miserables con un filoso cuchillo; en nuestros días ácidos, nos masturbamos esnifando las etiquetas de productos de limpieza o pensando en autos deportivos. Dios es tan perfecto.


V.
Es obvio que no hemos aprendido nada de nuestros errores. El tiempo nos enseña que de nada vale tener todo en la vida y nosotros, aquí y en todas partes, encendemos el motor de inconsciencia y vitalidad primeriza en ruta de la décima víctima. That’s the problem with us: antes fuimos hype meisters, tan reckless y explosivos. Estamos a un paso de abdicar al título de veloces promesas y ahora, lo peor de todo, es que aún no sabemos lo que vendrá al salir está noche borrachos del club. So fucking drunkies. Como todos los días, como todas las semanas, como todos los meses de estos últimos años. Nothing ever changes.


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revisión 2004: La peor despedida en el mejor momento posible.